05 diciembre, 2007

Historias de la vida real (I)

Hay veces que en la vida real nos pasan cosas que parecen más de película que de verdad. Esta es la primera de ellas relatada en primera persona.




La clave

Lunes 3 de diciembre de 2007. La cita era inevitable. Tenía que ser ese día. No lo podía postergar más. Necesitaba esos 8 dígitos sin más remedio si quería que mi plan llegara a buen fin.

La única ventaja era que me podía levantar más tarde que de constumbre y con más tranquilidad. Por mucho que quisiera hasta las 8:35 AM no podía poner en práctica la fase 1.

Acabado el ritual de cada mañana, que no viene al caso que nos atañe, me volví hacia el radio-despertador digital de encima de la silla que hace las veces de mesita de noche. La 8:15 en punto. Aunque mi destino no estaba a más de 2 minutos a pie a estos sitios es mejor llegar antes de tiempo.

En el exterior hacía bastante rasca. Me ajusté el chaquetón hasta casi taparme las orejas, bajé los dos tramos de escalones que me separaban de la calle en un salto y crucé la callecita peatonal que me separaba del lugar.

Al llegar ya había alguien esperando. Yo que soy muy educado le dí los buenos días. Él que no debía serlo tanto continuó fumando y con los ojos pegados a uno de esos periodicos gratuitos que tan de moda están hoy en día.

Con puntualidad británica y cinco minutos más, desde el interior abrieron las cortinas y giraron la llave que permitía el acceso al recinto. Una sensación de nerviosismo se apoderó de mi interior. El momento había llegado.

Tiré de la primera puerta. Tuve que esperar a que ésta se cerrara tras de mí para poder abrir la siguiente. Siempre me ha intrigado ese sistema de seguridad y me he imaginado cientos de veces atrapado entre ambas puertas transparentes, observado y con el permanente dedo acusador de las personas del interior y del exterior. Si a López Vazquez le pasó en una cabina de teléfonos, ¿por qué no a mí?.

Una vez en el interior decidí no ir directamente hacia mi objetivo. Temía levantar sospechas y que el plan se fuera al traste por mi precipitación. Así que me entretuve jugeteando con la maquinita de la entrada. "Insertar por aquí y esperar" decían las indicaciones. Y así lo hice. Tres minutos de ruido de impresión y escupió lo insertado.

Satisfecho por el resultado me dirigí hacia el fondo de la habitación y me dirigí a la señorita que se encontraba tras la mampara de seguridad.

- Perdone, necesito obtener una nueva clave para ...
- Eso con mi compañera -me dijo sin dejarme terminar y señalando hacia su izquierda.

A mi derecha, y por lo tanto a su izquierda, había otra mujer sentada en una mesa con un ordenador. Frente a ella el sujeto al que saludé en la entrada y un poco más atrás en un banquito de madera una chica joven. Me senté a su lado y me dispuse a esperar mi turno.

Aparte de educado soy curioso, así que mientras esperaba no pude evitar cotillear a mi alrededor.

Parecía ser que el tipo maleducado estaba reclamando lo que decía ser suyo y la mujer del ordenador se empeñaba en que por más que miraba en el aparato no le constaba aquello que le decía.

Después, por lo que pude oir, la jovencita no quería que le ocurriera lo mismo que al señor de delante y la mujer del ordenador le insistía en que no se preocupara.

Y por fin llegó mi turno. Saludé amablemente, me devolvió el saludo y me senté frente a ella al otro lado de la mesa.

- Verá, yo vengo porque necesito que me proporcionen otra clave para ...

Me pidió que me identificara y se puso a trastear en aquel cacharro que tenía sobre la mesa.

Minutos después y sin que pareciera que mi objetivo fuera posible descolgó el teléfono. Cuál autómata repitió su nombre y dos códigos numéricos y repitió al auricular lo que yo le había pedido. Varios ajam después se dirigió a mí:

- Me dicen desde la central que esto por seguridad no lo podemos hacer nosotros que tienes que llamar tú y pedirlo. Ven llama desde aquí.

Me llevó a la mesa de al lado, en ese momento vacía, marcó y me pasó el auricular. Marqué mis codigos identificativos secretos y pulsando el 4 al otro lado de la línea sonó una voz que parecía y supongo que era humana.

- Buenos días soy ... ¿en que puedo ayudarle?
- Hola verá, necesito que me proporcionen otra clave para ...
- Pero, eso se lo pueden hacer desde allí. Nosotros tardaríamos una semana. Páseme a mi compañera.

Le hice un gesto a la mujer del ordenador, que en ese momento ya estaba atendiedo a otro, que al momento se acercó.

Nuevamenta varios ajam, peros y entiendos y un espera un momento salió de su boca. Me senté nuevamente en el banquito y a esperar.

Terminó de atenderla con un "Me dicen que esa parte del sistema está fallando, vuelva usted mañana" y nuevamente estaba frente a ella.

Un nuevo intento frente a la máquina, una nueva llamada de teléfono. Se repitió la retaila autómata. Yo miraba el reloj nervioso. Ya llevaba casi una hora allí y cada vez veía mas lejos mi ansiada clave.

- Esto sólo lo pueden hacer desde donde se dió de alta, si le parece los llamo y que me la manden por fax, ¿qué le parece?
- Estupendo, maravilloso - dije yo.

Minutos más tarde me estaba entregando un papel con los ansiados 8 dígitos. Tras una firma ya los tenía en mi poder. Le dí las gracias y me marché corriendo. Ya nada ni nadie podía truncar mis planes.

Llegué al trabajo, dos horas tarde, y me senté delante de mi ordenador. Tecleé la dirección web, me identifiqué y me dispuse a introducir aquellos maravillosos 8 números.

Un intento, clave incorrecta.
Dos intentos, clave incorrecta.
Tres intentos, clave bloqueada.

No podía dar credito. Era la segunda vez que me pasaba. Mis esperanzas se habían desvanecido en un minuto. Volvía a estar como al principio y aquellas dos horas no habían servido para nada.

Ya no me quedan fuerzas. No se si alguna vez volveré a intentarlo...



Franz Ferdinand - Wine in the Afternoon

2 comentarios:

Dani dijo...

Ánimo no desesperes, nosotros te apoyamos en tu lucha contra la seguridad de los bancos.

Por cierto he notado, no se si a propósito o es solo casualidad, un homenaje a nuestro querido y amado robacompañerasdealmuerzo, puede que sean paranoias mías.

Jose Luis Díaz dijo...

Eso pasa por poner a licenciados en publicidad a desarrollar proyectos informáticos, que por mucho que quieran, eso NO ES UNA PAGINA WEB.

Y lo de , no se puede hacer y echarle el muerto a otro, esto es ejpain mi amigo!!!