Y no le podía entrar un cancer de esos que la mataran fulminantemente entre horrendos dolores. Y ya de paso se lo podía contagiar el mezquino, rencoroso, vil y repugnante hombrecillo con el que se casó.
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Y no le podía entrar un cancer de esos que la mataran fulminantemente entre horrendos dolores. Y ya de paso se lo podía contagiar el mezquino, rencoroso, vil y repugnante hombrecillo con el que se casó.
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