10 agosto, 2009

Muerte de un deportista


¡Ay! la muerte. Fatal destino que a todos nos llegará mas que les pese a algunos. Siempre trágica para los cercamos al finado, independientemente de la bondad o maldad del sujeto, de su juventud o senectud. Ya hubo quien lloró la muerte de Hitler (por poner un ejemplo) como hoy lloran la de Jarque. Dictadores de antaño o deportistas de ahora, igual da. La muerte es igual para todos.

¿Lo es realmente? Si el ejemplo anterior lo cambiamos y en uno de los términos ponemos a un fiambre anónimo ya la cosa cambia. No se le dedican portadas, ni se abren telediarios. No se les hacen reportajes ni se les recuerda con el tiempo. No se les hacen homenajes sentidos ni les lloran multitudes. No les interesan a nadie.
Ya no son iguales ante la muerte.

Y la diferencia es clara y simple. Unos tienen muerte pública y otros privada. Y yo sinceramente prefiero la privada. Sin fotografos a la puerta de casa y sin penas de desconocidos que sólo se entristecen por empatia construida sobre un ídolo falso construido por los medios de comunicación.

Dejemos que cada cual entierre a sus muertos y el circo para los payasos y trapecistas profesionales.



Psycho loosers - Jódete

1 comentario:

Laura dijo...

Ha sido una tragedia lo de este chico.
Imagino que no todo el mundo lo sentirá de igual manera y quizá haya que dar paso a la intimidad tan necesaria en estos casos.

Un beso.