20 febrero, 2010

El día de la marmota


Son la siete, las seis en Canarias. Carles Francino resuena en el despertador. Comienza la mañana, la misma mañana. Tras el aseo y avituallamiento de rigor me coloco el gorro, los guantes y la chaqueta y salgo por la puerta. Siempre por la misma, la más cercana al rio Guadalquivir. A la izquierda tras la ventana ella con su bata roja en penumbra desayuna, siempre desayuna.

Llego al puente de Triana, por el carrril bici el mismo ciclista. Cruzo. Mira a la derecha, un coche no me cede el paso. Nunca me lo cede. Avanzo por la calle Castilla. No me acostumbro a su cambio de sentido. A mitad de la calle aparcan, siempre aparcan. Aprovecho para cambiar de acera no sin antes recoger el Que! delante de la librería Don Cecilio.

Paso delante del horel y llego al cachorro. miro hacia arriba. No falla, el reloj marca las siete cuarenta. Ni un minuto más ni un minuto menos.

Las obras de la Torre Pelli, tambien conocida como Torre Cajasol, parece que no avanzan. Sorteo los charcos y los árboles del camino. Paso la parada del C2 y el C2 que llega en ese momento. Puntual como siempre. Miro al gorrilla y pienso que siempre podría estar peor.

En el mercedes 220 negro la pareja sigue pelando la pava. Buscaos un hotel, murmullo al pasar. El autobus de la empresa Virgen de Loreto esta como siempre aparcado unos metros más adelante. Me pregunto si será en el que vienen los obreros de la torre.

Llega el momento de tomar la decisión. Izquierda o derecha. Bah, da igual. Si tiro por la derecha me cruzaré con los dos sin techo que seguirán durmiendo parapetados entre cartones y volverá a mi cabeza la idea de que podría estar peor.

Decido ir por la izquierda. Es impresionante el tiempo que se tarda en dejar atrás el monasterio de la Cartuja, ahora Centro de Arte Comtemporaneo. Me da por pensar que en tiempos estuvo por allí Cristobal Colón, descubridor ofical de una America visitada desde tiempos de ls Vikingos. Al rato recuerdo que era en el de La Rabida auqnue quizá tambien anduvo por aquí. Bueno que más da.

Absorto en estos mundanos pensamientos vuelven a no cederme el paso aunque el semáforo está en verde. Y van dos. ¡Hijos de puta!. Continuo mi camino, por la ventana del centro médico veo como se están poniendo la bata blanca para comenzar con las consultas. Yo sigo adelante. Paso delante del edificio en obras y me extraño por no ver obreros en él. Así no van a acabar nunca me digo a mi mismo.

El carril bici si que no lo acabarán en la vida. Sorteo las vallas y llego a la altura de la bola, vestigio de la Exposición Universal de 1992. Son ya las ocho y como siempre llego ya llego tarde. Pero da igual, aun así soy el primero en llegar. Saludo al guarda y le pido la llave. La 78, por favor.

Subo el tramo de escaleras sin evitar fijarme en los cuadros expuestos en la entrada. Algún dia compraré uno.
Abro la puerta, enciendo las luces, conecto la calefacción. Me desprendo de chaqueta, gorro y guantes y me siento delante del ordenador.

Mientras este arranca pienso que esto ya lo he vivido y me pregunto si no estaré atrapado en el día de la marmota.

2 comentarios:

Laura dijo...

Lo aburrido, lo normal, lo monótono siempre se repite.

Una mierda, vamos.

Jimmy Dix dijo...

¿Has intentado matar a la marmota, como en la peli?