04 octubre, 2011

1919


Quien me lo iba a decir a mi hace unos años, o incluso unos meses, que me iba a encontrar en esta situación. A menos de dos meses, o esas son las últimas noticias, de darle el sí quiero a Emilio Botín comienza la cuenta atrás vertiginosa.

Los días para que tenga que dejar mi mini piso de 27 m2 en pleno meollo trianero rumbo a mi nuevo (bueno, del banco) mega pisazo de 50 m2 con vistas a la feria están contados. Previo trámites notariales, hipotecarios y de pactos con el diablo varios que se irán sucediendo en próximas fechas llegará el momento recoger mis siempre crecientes bártulos y cambiar de rumbo. Es acojonante la de mierdas que se llegan a acumular con el tiempo. La de tratos inútiles que tengo por los rincones que no me harán falta hasta el momento posterior a que los tire.

Decía que tendré que hacer la mudanza. Con la pereza que dan esas cosas. Cuantas veces no he cambiado de piso por el simple hecho de no hacer mudanza. Y mira que lo de las cajas esparcidas y marcadas por doquier como se ve en las películas mola. Aquí hay varias opciones:

- Contratar a profesionales que te cobrarán un pastón por romperte esa bonita lampara que ha estado toda la vida contigo o perderte esa caja con los CDs de los Panchos a los que tanto cariño les tienes.
- Recurrir a fieles porteadores que por un par de cervezas, antes y después, te hacen lo mismo que los profesionales pero en vez de la caja de los CDs de pierden la de los utensilios de cocina.
- Hacerlo tu mismo con mucha paciencia y tiempo libre. Esta última es poco recomendable si tienes que transportar un par de armarios roperos de 4 puertas pero tienes la seguridad de que no se pierda nada por el camino.

Yo creo que optaré por una mezcla de todas. Intentaré contratar a profesionales ofreciéndoles un par de cervezas y cuando me manden a la mierda lo haré yo mismo intentando perder alguna de las cajas por el camino.

Pero antes de mudarme será necesario dejar el piso lo que en argot inmobiliario se llama listo para entrar. Es decir, con una cama, un sofá y una tele. Y si el sofá es convertible solo hace falta las dos últimas. Y por ello he empezado a mirar muebles por internet.

Menudo mundo el de los muebles. Resulta que los dormitorios vienen sin armario pero con sinfonieres, que vete tu a saber que coño es eso. Que si la cama con canapé o sin él (¿la cama con canapé será dormitorio tipo catering?), que si 1,50 m o 1,35 m, que si clásico o moderno, rustico o colonial. El colchón aparte. Que si muelles que si visconosequé. Y que todo en las fotos queda del carajo, pero me da a mí que las megacristaleras y las vistas al jardín no van incluidas en el precio. Dan ganas de tirar una manta en el suelo y a tomar por saco.

Los sofas que si 2 plazas, que si 3. Que más que sofás parece que te estén vendiendo aparcamientos. Que si chaiselongue, que si rinconera, que si relax, que si silla de ruedas, que si silla eléctrica. En esto los japonenes nos llevan siglos de avance. No solo no tienen sillas si no que duermen en el mismo armario en el que guardan la ropa.

Buf, y no acabo más que de empezar. Y pensar que todo empezó con aquel horóscopo del Lecturas (¿o era el Diez Minutos?) que decía que los números impares repetidos me iban a dar suerte y aquel 1919 en el sorteo con la vivienda 101. ¿O fue todo un sueño tipo Resines?

4 comentarios:

Josema77 dijo...

Pues ya veras que risa cuando te llegue le primer pago de la hipoteca y veas que todo son intereses.

Unknown dijo...

Deseandito estoy :-)

Jimmy Dix dijo...

¿Boda con Botín? ¿Puede haber una boda peor? Jejeje.

¡Enhorabuena!

Unknown dijo...

Gracias Dix.

No se si su mujer opinaría lo mismo o le vendría a la mente el término braguetazo.