04 febrero, 2010

La señal

Aquella era sin duda la señal. Tras un expléndido día de sol y justo cuando salía de la oficina comenzó a chispear. Durante todo el trayecto a pie hasta casa fue cabilando sobre si haría bien y si en realidad aquello que le habían prometido aquellos extraños hombres de traje talar oscuro se cumpliría tras consumar el hecho.


Al llegar a casa dejó de llover. Si, sin duda aquella era la señal. Rebuscó entre los cajones del salón y sacó una enorme cuerda trenzada que había adquirido días antes en unos grandes almacenes. Le hizo un nodo corredero e improvisó un pequeño patíbulo con una silla del salón y una de las vigas salientes del techo.


Los pies quedaron colgando, balanceandose de un lado a otro de la habitación. Los segundos se le hicieron eternos. Vió pasar su patética vida como fotogramas de una película, una mala película. Y de repende nada. La nada más absoluta. Le habían engañado, pero eso nunca lo sabría y de todas formas ya no importaba.

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