28 abril, 2010

Damnâtiô (III)

Llevarían varios meses de trabajos cuando notaron algo extraño. Uno de los muros que debía de ser macizo según los planos de los que disponían resultó ser más endeble de lo que pareciera y tras el tabique apareció un habitáculo que no debía de estar allí.

Cuando alumbraron con las linternas la sorpresa fue general.  Pudieron comprobar que se trataba de una pequeña habitación totalmente forrada por grandes estanterías de madera vacías y corroídas por la humedad y el tiempo y un escritorio antiguo desvencijado en el centro con el mismo aspecto.

Todo ello cubierto por siglos de polvo y telarañas. Y sobre el escritorio unos legajos, a modo de dossier, que comenzaban con Damnâtiô en letras cursivas de muy bella y adornada factura.

(Continuará...)

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