19 abril, 2010

La semana grande


Comienza oficialmente la semana grande de Sevilla. La feria de los sevillanos para los sevillanos vuelve a darse cita otro año más en el real. 6 días donde el elitismo, el clasismo, la cutrez y el hedor a mierda de caballo se mezclarán con el desenfreno etílico, el hacinamiento y la vergüenza ajena.

Por una semana el sevillano se olvidará de la crisis, de los meses que lleva en el paro, él y su mujer,  y del pequeño problema con la hipoteca y se rascará el bolsillo, pidiendo un crédito si hace falta, para que esa semana "no falte de ná que la feria es sagrá y pa dos días que estamos en este valle de lágrimas hay que disfrutá".

Y allí que se presentarán en el albero. Él con el traje de los domingos. Ella con el del payaso del Micolor con volantes, de estreno por supuesto, y el clavel en el pelo. Los niños, si los hubiere, repeinaos y deseosos de montarse en los cacharritos, que para  eso llevan un año esperando y papá se los prometió si no daban mucho por culo.

Mientras miran con sana envidia a quienes en mejor posición pasean en coche de caballos o simplemente caballo (propio por supuesto y vestidos de corto, también por supuesto), por el real y sortean las abundantes deposiciones que van dejando a su paso, para evitar que los zapatos amarillo albero se vuelvan a un tono más marrón mierda deciden a que caseta ir.

Como no tienen caseta propia (aunque parezca mentira no todas las casetas son de libre acceso) ni caseta de la empresa (recordemos que estan en paro) sólo le quedan dos opciones. Hablar con su amigo Juanlu para que le deje entrar en su caseta o ir a una de las pocas públicas disponibles. Habrá tiempo para las dos.

En la de Juanlu entre rebujito y rebujito (que no falte) y sevillana va y sevillana viene (ole el arte) y por un módico precio (y media hora de paciencia, codazos y achuchones) han conseguido unos pinchos de tortilla con albero, unas lonchas de lo que parece jamón y unas croquetas rebozadas con los sobrantes de la tortilla y crudas por dentro, que engullen en una mesita esquinera mientras dos señoras mayores hacen palmas al compás de la música.

En la caseta pública, en este caso una de los distritos, continuan con el jolgorio y la parranda. ¡Venga ese rebujito fresquito! ¡Miralá´cara a cara que es la primera...!¡Ole, ole!.

La fiesta termina a las tantas cuando un grupo de canis saluda a otro entre botellazos y lanzamiento de sillas de tijera. Esa noche ha habido suerte y no se ha producido ningún navajazo. Fuera despunta el alba. Él con el nudo de la corbata flojo y arrastrando la chaqueta por el suelo. Ella con el clavel entre las tetas y los bajos del vestido a modo de escoba. Ambos con una tajada de campeonato.

La escena se repetirá otros 5 días más.

P.D: Los niños repelentes que dejamos en la calle infierno, pese a la huelga de autobuses, supieron volver sólos a casa.

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