05 mayo, 2010

Damnâtiô (VIII)

Alberto se levantó sobresaltado ante el insistente sonido del teléfono. Una rápida mirada al reloj despertador le confirmó que no eran más de las seis de la mañana. Aún con el corazón acelerado y un nudo en el estómago contestó.

Al otro lado del hilo telefónico un excitado y jubiloso Salvatore soltaba un discurso atropellado medio en castellano medio en italiano. Alberto que no entendía nada le pidió que se sosegara y vocalizara.


Salvatore se tranquilizó y pudo relatarle a Alberto sus trabajos de investigación de la noche anterior y como había realizado un descubrimiento maravilloso que además los haría ricos, pero que era mejor hablarlo en persona. Era un tema demasiado comprometido para hablarlo por teléfono, dijo.


Como Alberto ese fin de semana estaba fuera de Sevilla quedaron en verse el Lunes siguiente antes de volver a las obras del castillo. Él se eencargaría de avisar a Elena.

(Continuará...)

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