10 mayo, 2010

Damnâtiô (XI)

La modesta vivienda de Salvatore, sita en la calle Betis frente al río del mismo nombre en tiempos de la antigua hispalis romana, era un hervidero de policías. Mientras tomaban declaración por separado a Elena y a Alberto la científica se dedicaba a recoger muestras y huellas en espera de que el juez ordenara el levantamiento del cadáver.


Una vez acabadas las labores de investigación y el cuerpo del italiano se dirigía al instituto anatómico, junta a la facultad de medicina, el piso quedó precintado y la pareja decidió calmar los nervios en un cercano bar de la plaza del Altozano.


Callados y compungidos, el uno frente al otro, con un par de cañas sobre la mesa repasaban mentalmente los acontecimientos de los últimos días y se preguntaban si habían hecho bien en ocultar a las autoridades la existencia de aquel documento que estaban seguros que era la causa de la muerte de su compañero.

(Continuará...)

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