16 mayo, 2010

Perdón señorito

Perdón señorito sevillista. Ha sido sin malicia, más por desconocimiento que otra cosa. Tenga usted en cuenta que llevamos pocos años sirviendo en el cortijo y todavía hay cosas que desconocemos. Si es que somos de un burro. ¿Cómo ibamos a saber nosotros que eso que usted llama hermanamiento es lo que nosotros llamamos pleitesía? ¿Cómo ibamos a pensar que lo que querían que hicieramos en el partido era sentarmos en el cesped en lugar de jugar un partido de fútbol? Fijese usted si somos zoquetes que pensamos que si hubieramos actuado de otra forma hubieramos desvirtuado la competición. No caimos en la cuenta de que su plan para jugar la champions era dejerse puntos en casa contra equipos, no ya superiores como el Barça, si no de zona baja como Racing, Málaga o Xerez y que nosotros jugáramos con los pantalones en los tobillos, delante de los nuestros, y mirando hacia nuestra porteria. ¿Cómo se nos iba a pasar por la cabeza que es usted como esos matones de colegio que estaban acostumbrados a que los demás le hicieran sus deberes?

Aunque bien mirado nosotros no hicimos tanto como pueda parecer. Es todo un poblema de perspectiva. Ante el mal juego desplegado por los suyos, muy por debajo del que se le puede pedir al peor equipo que haya pasado o vaya a pasar en el futuro por Europa, los nuestros parecían el Dream Team de Cruyff. Pero nada más alejado de la realidad. Nosotros jugamos como siempre, fallamos como siempre y nos dejamos marcar en el descuento como siempre (como con el Xerez, como con el Tenerife, como con el Mallorca,...). Nada nuevo bajo el sol.

Pero como no quiero que haya represalias y venganzas a lo Puerto Urraco, como ya he leido por ahí, vuelvo a pedirle disculpas con la cabeza agachada y la boina en las manos y le prometo que no volverá a ocurrir. Hemos aprendido del árbitro lo que había que hacer.

Y como se que usted no es nada rencoroso, si no por contra comprensivo, y se habrá hecho cargo de nuestro arrepentimiento y pesadumbre, espero que para el año que viene esté todo olvidado y nos vuelva a dar las migajas que le sobren en sus opulentas pitanzas que a nosotros, pobres como ratas y humildes de necesidad, nos permiten continuar a su servicio. Por muchos años.

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