01 julio, 2010

Tradiciones

El tío Agustín, como lo conocían en aquellos lugares, a sus cerca de noventa años llevaba prácticamente toda su vida rodeado de barro y tornos.



Recordaba con nostalgia aquellos años en que el auge de la cerámica habían convertido la comarca en una de las más florecientes de la provincia e incluso del país.


Ahora la vida allí era muy diferente a aquella. Habrá llegado el agua corriente, la luz y las carreteras y autovías, se decía el tío Agustín, pero la juventud ha marchado a la capital en busca de otro futuro más próspero.



Siempre que le venían estos pensamientos acababa con una lágrima corriéndole por su arrugada mejilla, miraba a su derecha y exclamaba en alto: ¡Quizá no todo esté perdido!



A su lado Joaquín, su nieto, enseñaba a su hijo el noble oficio de ceramista. Era la sexta generación.



Relato participante, pero no finalista, en el I Concurso de microrrelatos de Artesanía Comprimida de la Fundación Mezquita.

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