02 septiembre, 2010

El último trabajo. Uno.

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Sentado en aquel tren sentía que aquel viaje que se disponía a comenzar sería el último que realizaría en su vida. Aunque sólo contaba con treinta primaveras recién cumplidas tenía un mal presentimiento sobre la aventura que recién comenzaba en ese momento.


La cosa había empezado como cualquier otro verano cualquiera. Las tan deseadas vacaciones, que tanto le costaba conseguir en su patético trabajo, le debían llevar a casa, de vuelta con la familia. Un mes de desintoxicación de la gran ciudad, un mes para abotargarse de mimos y cuidados y vuelta a empezar. Así había sido desde hacía 10 años y así debía ser por el resto de su existencia.


Pero aquel año, aunque aun no lo sabía, iba a ser muy distinto. Aquel mes de Agosto, más caluroso de lo normal, su destino final no sería la placidez y aburrimiento sistemático de aquellas tierras de no más de trescientas criaturas que lo había visto nacer y crecer como un ser normal, más bien tirando a vulgar.


Ahora, años más tarde, siendo como era ya un hombre hecho y derecho, un hombre de bien que dirían los que no lo conocían, no había cambiado en absoluto. Nunca había destacado en nada. No había sido buen estudiante y por consiguiente no había logrado prosperar en la vida. Malvivía en un trabajo sin futuro y sin aspiraciones. No más de ese mes estival de desconexión con la dura realidad.


Si algo se podía decir a su favor es que era una persona minuciosa. No dejaba nada al azar y como muestra su previsión a la hora de organizar ese viaje. Con un mes de antelación se había presentado en la oficina de venta de billetes con el día, la hora y hasta el número de asiento para los viajes de ida y vuelta. Asiento 142, en el tercer vagón de aquel tren de media distancia, junto al único enchufe de todo el convoy y el portamaletas, para tener siempre un ojo sobre su abultado equipaje. Sin importarle no tener derecho a ningún tipo de descuento prefería tenerlo todo bien atado de antemano.


En aquel momento no podía sospechar que precisamente esa minuciosidad suya le iba a volver la vida del revés. El estar sentado aquella tarde precisamente en aquel asiento fue el detonante de que la conociera a ella.


Porque en estas historias siempre hay una ella. Una mujer que trastoca la monotonía de cualquier hombre necio. Porque no nos llevemos a engaños, él era el hombre más necio que había sobre la faz de la tierra.

Continuará...

4 comentarios:

Dani dijo...

Oh dios mio, ¿será una historia de amor? ¿o una de traición? ¿o quizás una historia que nunca ocurrió? No lo se, pero quiero leer más :-)

nada dijo...

Jodeeeerrrrrr, que esto de novela tiene poco... es verídico (como decía el gran Paco Gandia de sus chistes)

Anónimo dijo...

es cervantes?

Unknown dijo...

No. Es original mio. :-P