21 octubre, 2010

El último trabajo. Ocho.

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Tardó tres semanas en ponerse al día. Cualquier otra persona más capacitada en su lugar hubiera tardado la mitad pero a él no se le podía pedir más. Lo episodios vividos en las últimas horas le habían convencido que aquello no era un juego pero sinceramente no daba para más.
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Su objetivo, por lo que pudo averiguar del dossier que le habían entregado, era un ciudad cercana. Otro empleado de la compañía había aprovechado un descuido suyo para hacerse con el sobre con el dinero y se había asegurado que le cargaran a él el muerto. Ya era algo personal.

La buena noticia era que viajaría con ella, Margarita. Para no levantar sospechas se hacían pasar por recién casados en viaje de novios. Eso les daría libertad de movimientos. La mala que Jiménez y Fermín les seguirían de cerca, don Leandro no podía correr riesgos. Mucha pasta estaba en juego.
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Asumió su nueva identidad y se familiarizó con el manejo de armas cortas como si hubiera nacido para ello. Fueron muchas horas de entrenamiento y se entregó a la tarea como si la vida le fuera en ello Su triste vida anterior moría para renacer de sus cenizas cual ave fénix convertido en un autentico agente especial, un asesino despiadado entrenado concienzudamente para ejecutar las ordenes que le fueran impuestas sin preguntas, sin cuestionar las ordenes, los hechos. Sin discernir entre el bien y el mal. Era otro hombre. Una versión mejorada y sin fallos. Sin sentimientos. Bueno, casi sin sentimientos.

Atrás quedaba su vida de repartidor de correo y una nueva y emocionante andadura se abría paso a gritos y empujones para quedarse. Ya no había vuelta atrás. Nunca había hecho nada reseñable en su vida y ahora se veía capacitado para que aquello cambiara.

Continuará...

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