28 octubre, 2010

El último trabajo.Nueve

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Alquilaron un coche discreto en la primera empresa de alquiler de coches que les cogía de camino. Un coche discreto. No debían llamar la atención. Al principio casi no se hablaban. Ella por indiferencia, él por amor; o eso creía. La verdad que nunca se había enamorado. Era un sentimiento demasiado confuso y no estaba muy seguro de que a aquello que él sentía se le pudiera llamar amor.

Don Leandro les había alquilado la mejor suite, la nupcial, en el mejor de los hoteles de la ciudad. Se podrá pensar que por romanticismo, pero la verdad es que era pura estrategia. El verdadero culpable del desfalco se hospedaba en la misma planta y que mejor forma de controlar sus movimientos.

Carlos Brown, como ahora se llamaba, se había acostumbrado a llevar la nueve milímetros siempre encima. Era una prolongación de su cuerpo. Se podría decir que era como un segundo pene pero más mortífero. Sinceramente el primero y oficial no le había dado muchas satisfacciones. Algún encuentro fugaz en una casa de citas de la ciudad donde trabajaba y poco más.

Tenía su misión clara, sólo tenía que aprovechar la oportunidad de quedarse sólo con él para obligarle a confesar donde tenía el dinero y recuperarlo para ser libre. Así se lo había prometido Don Leandro y confiaba que cumpliera su palabra. No le quedaba otro remedio.

Sólo tenía el obstáculo de Margarita. Desde el primer momento en que la vio en aquel vagón de tren su seso y su sexo se habían trastornado. Era superior a él. Incluso en aquella situación había momentos en los que no podía pensar en otra cosa que estrecharla entre sus brazos y hacerle el amor como nadie se lo había hecho en su vida.

Pero era la secretaria personal de Don Leandro y a buen seguro no era recomendable para su propia integridad física mezclar trabajo y placer. Sólo el tiempo decidiría si era más fuerte el deseo o su innato espíritu de supervivencia.

Continuará...

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